Ecumenismo no es relativismo
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC
MIRAR
Algunos creyentes se han desconcertado por esta frase que dijo el Papa en un encuentro interreligioso con jóvenes, en Singapur, el 13 de septiembre pasado, durante su reciente viaje por Asia y Oceanía: “Todas las religiones son un camino para llegar a Dios”. ¿Esto significa que todas las religiones son iguales, que valen lo mismo, que ya no importa ser católico o de cualquier otra religión? Esta es la frase completa de lo que expresó: “Una de las cosas que más me ha impresionado de ustedes, los jóvenes que están aquí, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si empiezan a discutir: —“Mi religión es más importante que la tuya”… “La mía es la verdadera; en cambio, la tuya no es verdadera”—. ¿Adónde lleva todo esto? ¿A dónde?, que alguien responda: ¿a dónde? [alguien responde: “A la destrucción”]. Así es. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación: son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sijs, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes. Sin embargo, para el diálogo interreligioso entre los jóvenes se requiere valentía, tener valentía para avanzar y para el diálogo. Una cosa que ayuda mucho es el respeto, el dialogo”.
¿Esto que dijo el Papa nos lleva a un relativismo religioso? ¿Da lo mismo ser católico que no serlo? Entonces, ¿no hay que intentar que otros sean católicos? Nada de esto dijo el Papa, sino sólo que hemos de respetarnos entre religiones y unirnos para la paz y la fraternidad, respetándonos, sin condenarnos ni excluirnos.
Estando en Chiapas, donde hay tantos no católicos, sobre todo protestantes o evangélicos, y hasta musulmanes, conocí a muchos de ellos que son buenísimas personas, muy rectos en su conducta, buenas familias y buenos ciudadanos. Nunca discutíamos sobre temas religiosos, salvo cuando hacía falta aclarar algo, pero sin pelear ni ofendernos. Más bien, uníamos esfuerzos y actividades para procurar juntos la paz y la reconciliación en las comunidades, para dar buenas orientaciones a los jóvenes contra el alcohol y las drogas, para ofrecer a las familias el aporte de nuestra religión y que hubiera unidad y armonía, para trabajar juntos por el cuidado del medio ambiente, para organizar conciertos por la paz, etc. Todo esto en forma interconfesional, con mucho respeto e incluso afecto entre nosotros. Por esta relación con hermanos de otras religiones, nunca perdí mi identidad católica, nunca traté de imponer mi religión, que obviamente considero la mejor, sino que siempre traté de valorar la presencia y la obra de Dios en ellos. ¡Y Dios está presente en su vida y actúa en ellos para el bien de la comunidad!
DISCERNIR
El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, afirma: “La Iglesia valora la acción de Dios en las demás religiones, y no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. Otros beben de otras fuentes; para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos” (277).
Ya el Concilio Vaticano II (1962-65), mucho antes que el Papa Francisco, había dicho en la Constitución Lumen gentium sobre la Iglesia: “Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que simboliza y promueve la paz universal, y a ella pertenecen o se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos, sea los demás creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general, por la gracia de Dios llamados a la salvación” (13).
“La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro” (15).
“Ni el mismo Dios está lejos de otros que buscan en sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que todos reciben de El la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven. Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida” (16).
ACTUAR
Si conoces a personas de otra religión, respétales y trátales como hermanos. Si es oportuno, se puede dialogar sobre el gran tesoro que es la fe católica, pero no imponerla. La mejor forma de atraer a otras personas al catolicismo, es nuestro propio testimonio de vida. La religión no se impone; se contagia con el buen ejemplo. Como insistía el Papa Benedicto XVI, la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción.
PONENTE: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel